Cómo no quedar en la bancarrota si viaja por Italia

  1. Ahórrese un dolor inesperado en el bolsillo: valide su tiquete de tren/bus y si tiene dudas, pregunte.

Los controladores de tiquetes en los buses urbanos y metros a veces se suben a los buses como si fueran agentes secretos. Dejan pasar un par de minutos y entonces revelan su identidad: se ponen un carné en el abrigo, sacan un aparato del bolso, y empieza el sudoroso calvario para quienes no pagaron el tiquete u olvidaron validarlo.

Hace unos meses vi a un grupo de seis amigas chinas viajando desde Venecia a Verona en un tren regional. El validador, uniformado con un gorro policial y traje, se acercó a ellas para comprobar que hubieran validado su tiquete. Ese día algunas máquinas validadoras de la estación estaban fuera de servicio y las orientales no pudieron registrar la fecha ni la hora del viaje.

Si las máquinas no estaban funcionando, explicaba el revisor, implacable, tendrían que haberse acercado a él o a uno de sus compañeros para que les anotaran a mano la fecha y hora del viaje en el tiquete. “Esa advertencia está en el reverso del billete. Tengo que ponerles la multa”, concluyó sin piedad.

Las amigas tenían dos opciones: pagar en el momento, o entregarle el pasaporte al revisor para que les pusiera la sanción que debían pagar después. Reacias, las orientales guardaban silencio. Él repetía las opciones, cada vez con mayor dramatismo: “Me pagan ahora, o me muestran un documento de identidad válido. Si no, llamo a la policía”. Ellas no se decidían.

Cuando el tren estaba por parar en una estación, el revisor perdió la paciencia y llamó por teléfono a la Policía. Aunque se sentían víctimas de una injusticia, el grupo reaccionó y le entregó los pasaportes. Después de todo, y en esto les doy la razón, las instrucciones de pedirle ayuda al controlador cuando las máquinas validadoras no funcionan estaban en italiano y no en inglés. ¿Cómo habrían podido adivinarlo sin hablar italiano?

No validar el billete sale carísimo: entre 50 y 200 euros. Sin embargo, algunos tiquetes no requieren validación. Por eso, si no está seguro, pregunte.

  1. Sea un italiano más: coma en la barra

Recibir las facturas en los restaurantes da miedo. Casi todos cobran por separado el agua, el café, la gaseosa, la carne y la pasta o ensalada, así como el pan de entrada. Son momentos de nostalgia por nuestro barato y completísimo corrientazo. En un país tan turístico como Italia hay que aprender a escoger el restaurante, el bar o incluso el hospedaje, porque cocinar puede ser la opción más barata.

Las páginas de viajes recomiendan alejarse unas cuatro o cinco cuadras del centro antiguo de una ciudad para dar con restaurantes a precios razonables. La fórmula es muy útil y aplica también a puntos de atracción turística.

Pero esté atento. Aunque escoja un restaurante fuera del área más codiciada por turistas, sus finanzas podrían seguir desangrándose. Escoja restaurantes donde no le cobren por el coperto, tarifa por el servicio, diferente de la propina, que puede sumarle cinco o diez euros a su cuenta.

E imite a los italianos en su hora de almuerzo: se descubrirá comiendo de pie o sentado frente a una barra. ¡Ni los mismos italianos pueden permitirse comer todos los días como príncipes!

  1. Desconfíe: en Italia también hay cosquilleo

El ojo colombiano está acostumbrado a ladrones hurgando en los bolsillos y maletas de desconocidos en las aglomeraciones de TransMilenio o en las puertas de los buses de transporte público. Parece una rareza que en Roma o Florencia el cosquilleo sea tan normal como en Bogotá.

En Florencia hay advertencias gráficas en las ventanas de los tranvías: “¡Cuidado! Carteristas”. Y no es raro escuchar a la entrada de un tren urbano a reventar, el lamento: “¡mi celular! ¡mi celular! ¿dónde está mi celular?”. Escena típica de una estación de TransMilenio en hora pico, ¿no?

Aunque, como lo sabrán por experiencia, estos ladrones no actúan únicamente cuando los buses o trenes están repletos. Trabajan en pareja, o en grupo, hacen inteligencia y se aprovechan de los palos metálicos verticales de donde nos colgamos los bajos de estatura. En Roma, en un metro en dirección a Termini, ocurrió esta escena: una mujer gorda con un pañuelo en el pecho estaba asegurada al palo, muy cerca de un hombre con un abrigo negro. La mujer se movía adelante y atrás con los movimientos del tren y su cómplice la ayudaba por un lado, para cubrir con la pañoleta el bolsillo en el pecho del hombre. En esas, alguna de las dos extraía el botín.

“Aquí y en todo el mundo hay ladrones”, decía acertadamente mi abuelito.

Ñapa: Activar la opción de Roaming en el teléfono es un lujo, y no siempre es posible usar el wi-fi de un restaurante o un local. Hay una aplicación muy útil de mapas sin conexión gratuita: Maps.me; cabe aclarar que para descargar el programa y el mapa o los mapas del país de su visita en su teléfono o tablet, usted necesitará de una buena conexión a internet.

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