Me convertí al ciclismo hace dos años. La iniciación ocurrió una noche de miércoles en junio de 2011. Aún no sabía manejar los cambios de la bicicleta y los puentes vehiculares eran monstruos de concreto a los que prefería subir con cicla en mano.
Desde mi ‘bautismo’ en el Ciclopaseo de los Miércoles, en Bogotá, estoy en una misión silenciosa para que mis amigos sigan el camino ciclista. Un par se animó; otros están antojados pero no se deciden a usar la bicicleta en la ciudad: “es muy lejos”, “salgo muy tarde”, “es peligroso”, dicen.
Mi objetivo más reciente es mi novio. Debo convertirlo, o mejor, conseguir que regrese como el hijo pródigo a la cicla. Estoy convenciéndolo, como lo hicieron conmigo, de que la bicicleta es mejor que el carro, el bus, el tranvía (en la ciudad donde vivimos existe esta opción) o los paseos a pie.
Hace quince días, el carro de mi novio se averió y estuvo en el taller una semana. Celebré en silencio el daño, porque facilitaría mi cruzada. Mientras el “maléfico” era reparado, fuimos en las ‘bicis’ al centro comercial, a la tienda, a un par de conciertos y dimos un paseo al lado del río.
Hacía cinco años que mi novio no usaba sagradamente la cicla. A veces la sacaba para ir a las tiendas del barrio, pero la mayoría del año ella estaba en el sótano entre chécheres, porque el “maléfico” Mazda la había remplazado en los viajes al trabajo, al centro y a la universidad. La comodidad de ir en carro en inviernos de -15 grados centígrados había borrado de su memoria el placer de pedalear distancias medias en temporadas cálidas o templadas.
Su ‘confirmación’ ocurrió un viernes. Salimos en la tarde en las ciclas y lloviznaba. Yo me armé con mi impermeable y él quiso comprar uno en el camino, porque el cielo estaba negro y el otoño pinta lluvioso. En la noche la lluvia continuó y a él no le importó mojarse los zapatos en cada pedaleada. Él rodaba con gusto y yo me quejaba porque mis gafas no tenían un ‘limpiaparabrisas’.
Aunque él pensaba que no disfrutaría la lluvia, se divirtió y confirmó su fe en la cicla: ya va al trabajo en bicicleta y quiere continuar. Ahora ambos tenemos una nueva misión: prepararnos para usarla a temperatura bajo cero, en enero. Como reza esta ‘religión’, familia que pedalea unida, permanece unida.
Nota publicada en Yo prefiero la ‘bici’, blog del (desaparecido) Diario ADN Colombia, el 23 de septiembre de 2013