En el muro de Facebook de mis amigos aficionados a la cicla a veces aparece la foto de un hombre abrazado a la bicicleta en la cama, bajo las cobijas; o el video de otro que se baña, duerme y come mientras pedalea en la calle.
Este ‘bicio’ nos consume y hay días en que no dan ganas de ir a la tienda o a la droguería si no es a dos ruedas, por impráctico que sea. A Las polas, el primer grupo femenino de Bike polo de Bogotá, les pasa: una de ellas dice que si tuvieran la plata se irían en bicicleta a São Paulo, Brasil, para participar en el tercer torneo Suramericano de Bike Polo, en septiembre. “La bicicleta es como nuestra extensión”, aseguran.
El año pasado, Andrea Hoyos, Sasha Correa y María Fernanda Naranjo ‘Ardilla’, Las polas, no pudieron asistir al campeonato en Argentina porque no consiguieron quién las patrocinara. “Nos contaron que se quedaron esperándonos’”, cuenta Andrea, diseñadora gráfica de 28 años. Este año ya aseguraron el pasaje y la estadía, con préstamos familiares, ahorros, sándwiches y cervezas, y ahora entrenan dos o tres veces por semana -si hay festivos- , para conocer y diseñar sus estrategias en la cancha.
Algunos pocos amigos de ellas creen que jugar polo a bordo de la bicicleta es una fiebre más, y que ya se bajarán de la cicla y dejarán de jugar, pero ellas se toman muy en serio sus competencias en la cancha de hockey del parque Nacional o en la cancha de Usaquén. “Por lo que es un deporte nuevo, piensan que uno lo hace de chiste y no entienden la pasión que uno siente”, explica ‘Ardilla’, estudiante de artes plásticas y tatuadora de 23 años.
Aunque duela, ellas aman jugar Bike polo. A Sasha, que trabaja en una marroquinería, ninguna pasta le sirvió para calmar el dolor en la rodilla por una caída en piso mojado; sin embargo siguió jugando. Y ‘Ardilla’, con el tobillo, el peroné y la tibia fracturados durante uno de los calentamientos, esperó ansiosa el día en que le quitaran el yeso para volver a entrenar para São Paulo.
Ellas saben que las caídas son parte del arte de mantener el equilibrio sobre el caballito de acero mientras se golpea la pelota con el mallet (maza). “De pronto hay chicas que se acercan a mirar y les da miedo por las caídas y porque solo ven hombres. Queremos que más chicas se animen a practicarlo”, dice Sasha.
Las polas juegan juntas hace dos años y creen que en diez seguirán golpeando la pelota con la misma emoción que hoy. “Este es mi deporte, es como cuando uno dice ‘esta es mi carrera’ en la universidad, y por eso yo creo que en diez o quince años seguiremos jugando”, explica ‘Ardilla’.
@ginnygranger
*El Bike polo se juega sobre bicicletas con un mallet y una pelota, los domingos en el parque Nacional y los martes en el parque de Usaquén. Hay, hasta ahora, y según los cálculos de Las polas, siete mujeres que lo practican en la ciudad.