“No le debí decir ese día a la niña que fuera por agua al pozo”, dice Annia, o sus despojos. “Por eso se la llevaron al aeropuerto a trabajar”, y de tanto que piensa en “su” Julka, la pista de aterrizaje de Grunwaldzki y las bombas de ese domingo de Pascua de 1944, sus palabras van alcanzado a la escritora, sentada frente al computador en el salón, un día de abril de 2023. Así, mientras a una la alcanza la idea de una novela, la otra se pasea por las habitaciones y llora a su hija desaparecida.
